25 julio 2007

Que la realidad, nunca destroce una leyenda




Es una pena, que la verdad, nos rompa una leyenda.

Todos nos imaginábamos a El solitario, como un tipo con “glamour”.

Y resulta que es un gañan, sin clase.

Parece sacado de la España de charanga y de pandereta.

No hay nada peor que un tipo que va amenazando a sus vecinos.

Que es un matón de barrio.

Que es un malencarado, un maleducado y en definitiva un hijoputa.

Y un tipo como ese, se ha tardado trece años en pillarlo?

Pues para ese viaje no hacía falta tantas alforjas.

Todos nos lo imaginábamos como un “James Bond”, ex agente de los Servicios Secretos, de este país o de cualquier otro.

Nos daba igual.

Nos lo imaginábamos como un ex mercenario, que había luchado en decenas de guerras.

Un tipo curtido en mil batallas, que cuando se quitaba el disfraz, se quitaba su perilla postiza, su peluca, se convertía en el tipo que a todo el mundo le gustaría ser.

Un tipo con estilo.

Educado, de los que ayudan a cruzar un semáforo a las viejecitas, de los que sonríen a los niños, cuando se les escapa el balón por la calle , va a parar a sus pies, y con una palabra amable se lo devuelve.

De los que entran en una cafetería y el camarero le pregunta ¿Lo de siempre señor? Y él con sonrisa en la cara dice que sí.

Elegante, con “savor affaire”, todo un señor.

Pero no un gañán, que a la mínima te amenazaba con darte un par de “tiros” o un par de “hostias”.

En fin que nos ha defraudado.

Y por favor, que no vuelva a salir delante de las cámaras gritando y diciendo que es El Solitario, todavía lo puede estropear más.